martes, 26 de julio de 2011

Dos Opciones.

Cualquiera podría decir que mi vida cotidiana era demasiado aburrida. Todos los días sucedía lo mismo, la misma rutina repetida una y otra vez. Me levantaba, discutía con mi hermano Petter, luego con mis padres, iba a la escuela ya con un humor de perros, y regresaba a mi casa aun peor.
Mi mejor amigo Ed hacia hasta lo imposible por hacerme sonreír, al principio funcionaba pero luego sus bromas se volvían más pesadas y fastidiosas, eso varias veces ocasionaba peleas entre nosotros.
Un día llovioso de otoño, corrían los rumores de que un nuevo alumno había llegado al colegio. A eso de las tres de la tarde, un chico entro al aula todo desarreglado, sucio y empapado. La maestra lo presento a la clase con cierta cara de asco ante el chico, el único asiento libre era a mi lado. Ed también lo miraba con cara de repugnancia, no era solo repugnancia, sino odio y envidia.
Las chicas al principio lo miraron extrañadas y con indiferencia, pero luego se mostraron misteriosas y persuasivas, pero el se mostraba indiferente ante su actitud.
Su nombre era Jack.
-         Son todas unas zorras- susurre, y el me escucho. Una leve sonrisa picarona salio de sus labios.
-         Tú lo has dicho, amiga – respondió de tono amigable.
No parecía un mal chico, de hecho era bastante atractivo. Después de eso seguimos charlando un rato en clase sin que las profesoras nos vean.
Edward nos miraba de reojo en el banco de la otra punta. Hace años se me había declarado, pero me negué  a estar con él, él no se rendía pero dejo de insistir y sólo somos amigos desde entonces.
Luego del colegio, Jack se ofreció a acompañarme a casa y acepté de buena gana. Le di una toalla ya que se volvió a mojar por la intensa lluvia de afuera, y también agarré una para mí.
Era increíble como en un solo día ya nos habíamos conocido tan bien y la cantidad de gustos en común que teníamos.
Él jugaba al básquet en su otro colegio y era el líder de su grupo, yo, en cambio, jugaba al básquet pero era de las peores. El sabado que viene iríamos a una pequeña cancha y jugaríamos juntos.
Ese dia estuvo llovioso así que lo pospusimos para el domingo siguiente. Con más suerte pudimos ir a la cancha pero estaba todo mojado y embarrado.
Me ganó 20 sets a 0.
-         ¿No era que jugabas al básquet?
-         Nunca dije que fuera buena en ello.- Ambos reimos.
-         Ven aquí, ¡Yo te enseñaré como se lanza!
Él me tomó delicadamente por la cintura y enderezó mi espalda. Mi corazón comenzó a latir precipitadamente y me puse más colorada que un tomate. Tenía miedo de que él se diera cuenta, así que deje de pensar en ello y me concentré en lo que estábamos haciendo. Sin darme cuenta encesté.
-         ¿Ves? No es tan difícil.
Aún no salía del asombro. Era la primera vez que encestaba. Nunca creí que eso hubiera sido posible para alguien como yo.
En ese momento cruzaban Edward y sus amigos, y él gritó repentinamente.
-         ¡CHARLOTTE!
Del susto, resbalé y caí sobre mi muñeca.
Edward se acercó sin reparar en mi caida. Estaba furioso y no dejaba de gritar.
-         ¿Qué haces con este maldito cara dura?- dijo.
-         Cálmate, ¿no has visto cómo se cayó? ¿Estás bien Char?- dijo Jack. Tenía una cara demasiado dulce, no pude contener las lágrimas.
-         ¡Aún no me respondes Charlotte! Te dije que no te acercaras a este imbécil.- dijo Ed ya sacado de quicio.
-         N…¡Nada que a ti te importe!- sus facciones se aliviaron y pasó a tener una cara triste. Me arrepentía sinceramente de haberle respondido así.- Ed… perdóname… yo no quise decir…
-         No importa Char, yo ya me iba.- y se retiro en silencio y con cara de pocos amigos.
Mi mano se estaba hinchando y cada vez me dolía más. Jack me ayudó a levantarme y me acompañó al hospital más cercano. Me había fracturado la muñeca, así que me enyesaron desde la mano al codo. Jack tenía una cara de culpabilidad terrible.
-         Jack… no es tu culpa, mira el lado bueno, ¡tu serás el primero en firmarme el yeso!
Él sonrió y sacó de su mochila un marcador indeleble, y escribió en un lugar al que no llegaba a leer.
-    ¡Oye! No lo leooo… ¿Qué dice?
-    ¡Ah! Es un secreto. – dijo con voz maliciosa.
Al día siguiente Jack no vino al colegio, un amigo suyo me dijo que se había resfriado. Ed se disculpó conmigo por la actitud del otro día.
-Ed, ¿Podrías decirme qué dice aquí? – y me retorcí toda para que leyera la parte baja del yeso.
Su cara se tensó, y se quedó callado. Desde esa hora me ignoró por completo y no volvió a hablarme.
Le pedí a Charol, una amiga mía, que me lo leyera.
-         Claro, como no… dice… Te…  Amo… Jazz… no, no… Jack. Espera… ¡¿JACK?! ¡¿Nuestro Jack?!
-         ¡No! Es un familiar… lo dijo afectuosamente…
No lo podía creer. ¡Jack… gustaba de mí! La cara que debía tener no parecería ser la expresión de alguien cuando se entera que un familiar le dijo eso. Estaba completamente asombrada y… la peor parte de todas era que Ed lo había leído, ¿qué haría después de aquello? La odiaría para siempre y adios amistad.
     

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